Gucci está aquí con un nuevo legado de Alessandro, con su colección Twinsburg. Una colección impactante que nos deja envueltos de amor.
La gracia del amor duplicado de las madres y aumentado de las madres de Alessandro, dio lugar a su torna fascinación por lo doble, por las cosas que parecen reflejarse iguales a sí mismas. Cada voz captura un aura de belleza en esa multiplicación espectacular. Es tan familiar y poderoso. Un milagro tembloroso que desafía lo imposible.
Es precisamente la imposibilidad de lo perfectamente idéntico lo que alimenta la magia de los gemelos.
Un hechizo genómico quería hacer que esas criaturas fueran exactamente iguales, pero, de hecho, viven de discrepancias y desalineaciones impalpables. Es el engaño de la semejanza. El juego de ilusión de
una simetría rota.
Twinsburg juega este juego, produciendo una tensión en la relación entre original y copia. Como por arte de magia, la ropa se duplica. Parece perder su estatus de singularidad. El efecto es alienante y ambiguo. Casi una fisura en la idea Ne de identidad, y luego, la revelación: la misma ropa emana diferentes cualidades sobre cuerpos aparentemente idénticos. Al fin y al cabo, la moda vive de multiplicaciones en serie que no obstaculizan la expresión más genuina de todas las
individualidades posibles.
La naturaleza gemela vive de este perturbador oxímoron y nos exhorta a pensar que lo que vemos no siempre es lo que obtenemos. Frente a un doble, nos vemos obligados a ser más cuidadosos en captar y nombrar las diferencias, incluso las más mínimas.
Tal reciprocidad asimétrica es la base del más profundo sentido de hermanamiento. Es la relación especular entre identidad y alteridad: la copresencia de diferentes sujetos en conexión. De hecho, todos los gemelos, desde su nacimiento, son muy conscientes de no estar en el centro del universo. Están acostumbrados a vivir con otro yo. Los límites de su cuerpo no corresponden con los límites de su ser.
En este sentido, el hermanamiento impone una experiencia de descentralización. Inclinarse el uno hacia el otro. Reconocerse como parte del mundo. Es un tema que trasciende la biología, mostrándonos el sentido de co-pertenencia y hermandad que debe guiar nuestro viaje por este planeta. Es la posibilidad de sentirnos parte de ese tejido conectivo que define nuestro destino común como criaturas.
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